Me encontraba caminando por una playa totalmente desierta.
Las olas pegaban contra las piedras. El sol iba cayendo lentamente. Mi música
fuerte me impedía escuchar el sonido de las gaviotas. Deseaba quedarme a vivir
en ese momento, en soledad.
La noche se acercaba, y esa playa tan tranquila se podía
llegar a convertir en un lugar peligroso. Con un poco más de apuro comencé a
caminar hacia el departamento donde estábamos parando. Me encontré con lo mismo de siempre. Se fue
el día y comenzaba la noche.
Me tocaba compartir la habitación con mi hermano, 4 años más
grande que yo. Nos llevábamos bastante bien, lo normal entre hermanos. Esa
noche el sueño no se apoderaba de mi, pasaban las horas y no lograba dormirme.
Decidí tomar un té, había escuchado que era una bebida relajante. Gracias al
universo, mi mamá había traído unos saquitos de té de nuestra casa. En la
soledad de ese departamento, un lugar desconocido, y con el sonido del mar, me
encontraba bebiendo ese té a las exactamente 4 de la madrugada.
En el momento donde bebía mi tercer sorbo de té, sentí un
ruido desconocido en las afueras del departamento y acompañado por una angustia
en mi pecho. El ruido se volvió a repetir, no podría describirlo pero era un
ruido similar al de una persona buscando algo en un cajón o bolso. Mi inquietud
no me permitió volver a la cama, y a medida que esto se repetía me acercaba
cada vez hasta descifrar de donde provenía.
Me llevó a una pequeña ventana que daba al patio trasero del
departamento. Mi mente se preguntaba si debía abrir esa ventana, si podía ser
peligroso. Tal vez ir a dormir era una buena opción o llamar a mis padres. No tenía
una respuesta clara, hasta que un impulso me llevó a abrirla. Me encontré con
una pequeña niña, al verme sintió lo mismo que yo, lo pude ver en sus ojos. Su
mirada era dulce, simpática y algo traviesa. Su pelo era de un color oro y sus
ojos grises. Mi mente no paraba de
preguntar ¿Quién es esta niña? ¿Qué hace acá? ¿Por qué esta sola? ¿Por qué
siento esto en el pecho?
Después de mirarnos por un rato, con un poco de debilidad mi
boca soltó su primera palabra fue un “Hola” suave y dulce. Y recibí exactamente la misma respuesta. De
nuevo otro impulso que me llevó a saltar la ventana ¿Por qué hice eso? ¿Qué me
pasaba?
La niña se asustó y tuvo un intento de escaparse
-¿Por qué te vas? –
- Tengo miedo – me
dijo con una voz temblorosa
- No te voy a lastimar. ¿Quién sos? –
- No sé –
Mi mente daba vueltas, preguntaba, cuestionaba, no lograba
entender. Habia una niña de unos aproximados 6 años, en el jardín trasero del
departamento en el cual yo me estaba hospedando. Ella no sabía quién era, y eso
me causaba más preguntas.
-¿Cómo que no sabes? ¿Qué haces acá? ¿Por qué estás sola? –
sin darme cuenta mi mente hablaba y todas las preguntas que pensaba se lanzaban
por mi boca
- No lo sé – dijo con una tristeza infinita y una lagrima en
su rostro
¿Debería dejarla allí o la tenía que dejar pasar al
departamento? ¿Debía despertar a mis padres? Nada de eso tenía respuesta.
Me encontraba en la noche, con el cielo nublado y algo de
viento, frente a esta niña que me miraba desconcertada, sin saber quién era,
perdida en un lugar desconocido.
Sin tener respuestas, sin saber que hacer, pregunté:
-¿Cómo llegaste a este patio?-
-No recuerdo mucho, solamente que aparecí en la playa y
empecé a caminar. Caminé un largo tiempo, toda la noche quizás. Desde ahí no sé
que pasó, tal vez me desmayé y aparecí al lado de esta casa, trepé la pared y
llegué aquí. – decía nerviosa
-Esperame unos minutos acá, ya regreso-
Fui despacio a mi valija y saqué unos jeans y un abrigo, me
calcé mis zapatillas y recordé que tenía algo de dinero en una billetera, saqué
unos quinientos pesos. Volví despacio al patio y la niña seguía allí.
-Bueno, volvamos a trepar esta pared las dos juntas y
vayamos a algún lugar. No tengas miedo- la niña no respondió y me siguió. Me
sentía valiente y decidida aunque estaba algo asustada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Contanos que te pareció!!!