Empezamos a caminar y encontramos un bar abierto, raro a
esta hora. Pedimos dos submarinos y dos medialunas. No tenía hambre, este asunto
me superaba, quería imaginar que todo esto era una pesadilla. Esta niña sin
nombre, sin padres, sin hogar parecía que del lugar desconocido del cual
provenía no le habían dado de comer ya que se encargó de no dejar una miga de
medialuna ni una gota de submarino.
-¿Estas mejor ahora? Veo que tenías hambre – dije
simpáticamente
-Sí, muchas gracias – dijo y pude una sonrisa en su rostro.
Eso me relajó
-Ahora que estás tranquila te voy a pedir que hagas memoria,
no puede ser que no sepas quién sos –
- No me acuerdo, intento recordarlo pero no puedo – dijo
triste
- ¿Y algo que sepas de vos? ¿Algo que tengas tuyo? – dije
mirándola como un detective
- Sí, cuando aparecí en la playa colgaba de mi cuello este
bolso – dijo dándomelo
¿Cómo yo no lo había visto? Pero ví que lo tenía escondido
en su abrigo. En ese instante recordé que los ruidos que yo sentía provenían de
ese bolso. La niña lo estaba revisando cuando estaba en el patio.
Al abrirlo me encontré con unos juguetes, una carta que
decía en su sobre “Esta carta debe ser leída en el momento indicado. Podría ser
peligroso leerla antes” y un papel que decía algunos datos. Los leí “Lupe Del
Prado. 7 años. Argentina. Nacida el 8 de octubre del año” habían borrado el
año, aunque no era necesario sabiendo la edad de la niña.
-En este papel dice que te llamas Lupe Del Prado y tenes 7
años- dije feliz
-Lindo nombre. ¿El nombre de mis padres no lo dice? –
-Sólo eso, Lupe – dije sonriendo y haciendo entonación en su
nombre
- ¿Y esa carta?- dijo espiando
-No, esto no sirve. Es un papel en blanco- dije mintiéndole,
la carta debía ser leída en el momento justo y este no lo era.
Un poco había avanzado, por lo menos sabía su nombre. ¿Qué
haría ahora con Lupe? No la quería llevar al departamento porque seguro mis
padres la llevarían a la policía y de allí iría a un reformatorio o algún
hogar, no quería eso para ella. Sentía que si llegó a mi era por algo, y yo me iba
a encargar de buscar a sus padres.
El amanecer se acercaba y mientras yo leía, miraba y trataba
de descubrir algo más en ese bolso, Lupe se dormía arriba de la mesa. Me dio
pena verla así cansada después de caminar una noche entera, sola en este lugar
y sin recordar nada de su pasado. A dos cuadras del bar había un hotel, decidí
llevarla allí.
Cuando estábamos por llegar me pregunté ¿Cómo voy a alquilar
una habitación con diecisiete años? La
gente iba a sospechar del ingreso de dos niñas solas a un hotel.
Ví a una señora y un señor de unos 70 años que salían del
hotel, vestidos con ropa deportiva, seguramente saldrían a caminar. Sin
pensarlo tanto me acerqué a ellos
-
Buen día, disculpen que los moleste. ¿Ustedes
están parando en este hotel? –
-
Sí querida, sólo por 15 días – me dijo la señora
-
Señora estoy en una emergencia y necesito que me
escuche atentamente y que me ayude- la
señora con cara de preocupación me asintió con su cabeza para que siguiera
hablando – hoy por la madrugada me encontré con esta niña en el patio trasero
del departamento en el cual me hospedo con mi familia. Ella no sabe nada de su
pasado, no lo recuerda. En un bolso que traía supe su nombre y algunos datos.
Necesito su ayuda, no la puedo dejar en la calle – dije desesperada
-
¿Qué podemos hacer nosotros? – dijo la señora
con intensión de ayudarnos
-
Yo la quiero dejar en este hotel pero tengo
diecisiete años para alquilar una habitación-
-
¿Y tus padres? – preguntó
-
No quiero que se enteren, esta niña puede quedar
en un reformatorio y me pondría muy mal si esto sería así. Quiero encontrar a
sus padres –
-
Quedate tranquila, yo te voy a ayudar. En
nuestra habitación sobra una cama, no tendría problemas en darle techo a esta
niña – dijo amablemente
-
Señora muchas gracias, no se como agradecerlo.
Es muy gentil de su parte. – dije abrazándola
Me sentía aliviada, les presenté a Lupe y quedaron
encantados. Ella quería quedarse conmigo pero le expliqué todo lo sucedido y
entendió, era muy inteligente. Alfredo y Beba adoptaron a Lupe como una nieta y
la llevaron a caminar por la playa, yo podía ir todas las veces que quisiera a
visitarla.
Miré el reloj y eran las seis de la mañana, hasta las ocho
que se levantaban mis padres tenía tiempo de ir. Caminé rápido pensando en todo
lo que pasó, llegué y trepé por la pared del patio porque no tenía llaves. Con
mucho silencio me acomodé y dormí hasta la tarde siguiente.
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